Este término pichón, documentado ya en español en 1604, encuentra su origen en el italiano piccione, del latín tardío pipio, derivado de pipiare ‘piar’. 

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La paloma tiene principalmente fibras musculares rojas. Estas son de pequeño
diámetro y muy ricas en mioglobina (pigmento músculo rojo) e incluso más rico en mitocondrias, donde la energía aeróbica se lleva a cabo (la energía en presencia de oxígeno).

Las fibras musculares rojas son excelentes conductoras de sangre, y es por este motivo que pueden desarrollar un gran trabajo utilizando muy poca energía y el período de recuperación después de una gran esfuerzo de vuelo es más corto que en un ave con fibras musculares predominantemente blancas.

Incluso en reposo, la paloma consume alrededor de 5 veces más oxígeno que los humanos. Durante el vuelo, el metabolismo se incrementa unas 10 veces más. Esto deja claro lo importante que es para el vuelo de la paloma el transporte de oxígeno en la sangre lo más rápidamente posible a las células musculares. Cuanto más rápido este proceso es, más energía puede quemar la paloma por unidad de tiempo y así transformarse en aptitudes óptimas para el vuelo.

La paloma pone dos huevos, entre abril y agosto, de los cuales a los diecisiete días surge un par de polluelos que durante sus primeras semanas es nutrido solo por su progenitor masculino, con una suerte de líquido lechoso segregado por las células reticulares de su buche (lo que se conoce como “leche de paloma”)